martes, 31 de diciembre de 2013

Preludio para el año 3001 (Horacio Ferrer)

Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de Junio,
con estas ganas tremendas de querer y de vivir.
Renaceré fatalmente, será el año tres mil uno
y habrá un domingo de otoño por la plaza San Martín.

Le ladrarán a mi sombra los perritos vagabundos,
con mi modesto equipaje llegaré del Más Allá,
y arrodillado en mi Río de la Plata lindo y sucio,
me amasaré otro incansable corazón de barro y sal.

Y vendrán tres lustrabotas, tres payasos y tres brujos,
mis inmortales compinches gritándome "¡Fuerza, che,
nacé, nacé, dale pibe, metéle hermano, que es duro,
pero muy bueno el oficio de morir y renacer!"

Renaceré, renaceré, renaceré,
y una gran voz extraterrestre me dará
la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
para volver, para creer, para luchar.

Tendré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido, ¡yo podré!
Mi Buenos Aires siglo treinta y uno, ya verás:
renaceré, renaceré, ¡renaceré!

Renaceré de las cosas que he querido mucho, mucho,
cuando los dioses digan bajito "Volvió..."
Yo besaré la memoria de tus ojos taciturnos,
para seguirte el poema que a medio hacer me quedó.

Renaceré de las frutas de un mercado con laburo,
y de la mugre serena de un romántico café,
de un sideral subterráneo Plaza de Mayo a Saturno
y de una bronca de obreros por el sur renaceré.

Pero verás que renazco en el año tres mil uno,
y con muchachos y chicas que no han sido y que serán,
bendeciremos la tierra, tierra nuestra, y te lo juro
que a Buenos Aires de nuevo nos pondremos a fundar.

Renaceré, renaceré, renaceré,
y una gran voz extraterrestre me dará
la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
para volver, para crecer, para luchar.

Traeré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido ¡yo podré!
Ciudad del siglo treinta y uno, ya verás:
renaceré, renaceré, ¡renaceré!

Musicalizado por Astor Piazzolla. Versión de Amelita Baltar.


domingo, 17 de noviembre de 2013

Llorar a lágrima viva. (Oliverio Girondo)

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Dietética (Oliverio Girondo)

Hay que ingerir distancia,
lanudos nubarrones,
secas parvas de siesta,
arena sin historia,
llanura,
vizcacheras,
caminos con tropillas
de nubes,
de ladridos,
de briosa polvareda.
Hay que rumiar la yerba
que sazonan las vacas
con su orín,
y sus colas;
la tierra que se escapa
bajo los alambrados,
con su olor a chinita,
a zorrino,
a fogata,
con sus huesos de fósil,
de potro,
de tapera,
y sus largos mugidos
y sus guampas, al aire,
de molino,
de toro...
Hay que agarrar la tierra,
calentita o helada,
y comerla
¡comerla!

Oliverio Girondo

domingo, 20 de octubre de 2013

Balada de un domingo de mi infancia (Horacio Rega Molina)

Mañana el maestro dará prueba escrita
(Mi infancia no tuvo sino días malos)
Sentada en un banco mi infancia recita
Colón ha partido del puerto de Palos.

Es día domingo. Llovizna. Hace frío.
El cuarto es muy grande, yo estoy solo en él.
Parece que arrastra en el cuarto sombrío
su cola de seda la reina Isabel.

Es día domingo. Con una constancia
Que más dolorosa no pudo haber sido
Sentada en un banco repite mi infancia
Del puerto de Palos Colón ha partido…

Las seis de la tarde, se encienden candelas
Se cierran las puertas. La casa es distinta
dan miedo, dan miedo, las tres carabelas.
La Santa María, la Niña y la Pinta.


Flor de Lino (Homero Expósito)

Deshojaba noches esperando en vano que le diera un beso,
pero yo soñaba con el beso grande de la tierra en celo.
Flor de Lino,
qué raro destino
truncaba un camino
de linos en flor...

Deshojaba noches cuando la esperaba por aquel sendero,
llena de vergüenza, como los muchachos con un traje nuevo:
¡cuántas cosas que se fueron,
y hoy regresan siempre por la siempre noche de mi soledad!

Yo la vi florecer como el lino
de un campo argentino maduro de sol...
¡Si la hubiera llegado a entender
ya tendría en mi rancho el amor!
Yo la vi florecer, pero un día,
¡mandinga la huella que me la llevó!
Flor de Lino se fue
y hoy que el campo está en flor
¡ah malhaya! me falta su amor.

Hay una tranquera por donde el recuerdo vuelve a la querencia,
que el remordimiento de no haberla amado siempre deja abierta:
Flor de Lino,
te veo en la estrella
que alumbra la huella
de mi soledad...
Deshojaba noches cuando me esperaba como yo la espero,
lleno de esperanzas, como un gaucho pobre cuando llega al pueblo,
flor de ausencia, tu recuerdo
me persigue siempre por la siempre noche de mi soledad...

Musicalizado por Héctor Stamponi. Versión de Horacio Molina.


Afiches (Homero Expósito)

Cruel en el cartel,
la propaganda manda cruel en el cartel,
y en el fetiche de un afiche de papel
se vende la ilusión,
se rifa el corazón...
Y apareces tú
vendiendo el último jirón de juventud,
cargándome otra vez la cruz.
¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de balearse en un rincón!

Ya da la noche a la cancel
su piel de ojera...
Ya moja el aire su pincel
y hace con él la primavera...
¿Pero qué?
si están tus cosas pero tú no estás,
porque eres algo para todos,
como un desnudo de vidriera...
¡Luché a tu lado, para ti,
por Dios, y te perdí!

Yo te di un hogar...
¡Siempre fui pobre, pero yo te di un hogar!
Se me gastaron las sonrisas de luchar,
luchando para ti,
sangrando para ti...
Luego la verdad,
que es restregarse con arena el paladar
y ahogarse sin poder gritar.
Yo te di un hogar...
-¡fue culpa del amor!-
¡Dan ganas de balearse en un rincón!

Musicalizado por Atilio Stampone. Versiones de Roberto Goyeneche y Adriana Varela.


Tonada del viejo amor (Jaime Dávalos)

Ya nunca te he de olvidar...
en la arena me escribías.
El viento lo fue borrando,
y estoy más sólo mirando el mar.

¡Qué lindo cuando una vez                      
bajo el sol de medio día,                                    
se abrió tu boca en un beso                          
como un damasco lleno del miel !              

Quisiera volverte a ver      
sonreír frente a la espuma,
tu pelo suelto en el viento
Como un torrente de trigo y luz
                                             
Yo sé que no vuelve más
el verano en que me amabas,                                              
que es ancho y negro el olvido,
y entra el otoño en mi corazón.

Herida la de tu boca
que lastima sin dolor...
No tengo miedo al invierno
con tu recuerdo llena de sol.

Musicalizado por Eduardo Falú. Versión de Eduardo Falú y Mercedes Sosa.



La añera (Atahualpa Yupanqui)

Dónde esta mi corazon,
que se fue tras la esperanza
Tengo miedo que la noche,
Me deje tambien sin alma.
Tengo miedo que la noche,
Me deje tambien sin alma.

Dónde esta la palomita,
que al amanecer lloraba,
Se fue muy lejos dejando
Sobre mi pecho una lágrima.
Se fue muy lejos dejando
Sobre mi pecho sus lágrimas.

Cuando se abandona el pago
Y se empieza a repechar,
Tira el caballo adelante
Y el alma tira pa’ atras.
Tira el caballo adelante
Y el alma tira pa’ atras.

Yo tengo una pena antigua,
Inútil botarla afuera
Y como es pena que dura,
yo la he llamado la añera.
Y como es pena que dura,
yo la he llamado la añera.

Dónde estan las esperanzas
Donde estan las alegrías.
La añera es la pena buena,
Y es mi sola compañía.
La añera es la pena buena,
Y es mi sola compañia.

Cuando se abandona el pago
Y se empieza la repechar,
Tira el caballo adelante
Y el alma tira pa’ atras.
Tira el caballo adelante
Y el alma tira pa’ atras.

Musicalizado por el autor. Versión del Cuarteto Zupay


Balderrama (Manuel J. Castilla)

A orillitas del canal
Cuando llega la mañana
Sale cantando la noche
Desde lo de balderrama

Adentro puro temblor
El bombo con la baguala
Y se alborota quemando
Dele chispear la guitarra

Lucero, solito
Brote del alba
Donde iremos a parar
Si se apaga balderrama

Si uno se pone a cantar
Un cochero lo acompaña
Y en cada vaso de vino
Tiembla el lucero del alba

Zamba del amanecer
Arrullo de balderrama
Canta por la medianoche
Llora por la madrugada.

Musicalizado por Gustavo "Cuchi" Leguizamón. Versión de Mercedes Sosa




La pomeña (Manuel J. Castilla)

Eulogia tapia en la poma
Al aire da su ternura
Si pasa sobre la arena
Y va pisando la luna

El trigo que va cortando
Madura por su cintura
Mirando flores de alfalfa
Sus ojos negros se azulan.

El sauce de tu casa
Esta llorando
Porque te roban eulogia
Carnavaleando.

La cara se le enharina
La sombra se le enarena
Cantando y desencantando
Se le entreveran las penas.

Viene en un caballo blanco
La caja en sus manos tiembla
Y cuando se hunde la noche
Es una dalia morena.

Musicalizado por Gustavo "Cuchi" Leguizamón. Versión de Mercedes Sosa.


En qué nos parecemos (Anónimo)

En qué nos parecemos
tú y yo a la nieve
tú en lo blanca y galana
yo en deshacerme.

A los árboles altos
los mueve el viento
y a los enamorados
el pensamiento.

Versión de Leda y María


Los castillos (María Elena Walsh)


Los castillos se quedaron solos,
sin princesas ni caballeros.
Solos a la orilla de un río,
vestidos de musgo y silencio.

A las altas ventanas suben
los pájaros muertos de miedo.
Espían salones vacíos,
abandonados terciopelos.

Ciegas sueñan las armaduras
el más inútil de los sueños.
Reposan de largas batallas,
se miran en libros de cuentos.

Los dragones y las alimañas
no los defendieron del tiempo.
Los castillos están solos,
tristes de sombras y misterio.


Musicalizado y cantado por la autora.



Donde están los poetas. (María Elena Walsh)


Donde están
los poetas.
Los poetas por dónde andarán.

Cuando cantan y nadie los oye
es señal de que todo anda mal.
Si están vivos los premia el olvido,
pero a algunos quizá les harán
homenajes después que se mueran
en la cárcel o la soledad.

Quiénes son
los poetas,
los testigos de un mundo traidor.

Ellos quieren salir a la calle
para hacer la revolución,
y en la esquina se van por las ramas
donde un pájaro se les voló.
Y se encierran de nuevo en sus libros
que no encuentran lector ni editor.

Y quizás
los poetas
no se venden ni mienten jamás.

Es posible que a veces alquilen
sus palabras por necesidad,
o que un par de ilusiones perdidas
cada día las cambien por pan.
Pero son la conciencia de todos
y ratones de la eternidad.

Aquí están
los poetas
ayudándonos a suspirar.

Musicalizado por Mario Cosentino. Versión de Boom Boom Kid.

Paraísos / Magoya (María Elena Walsh)

Paraísos

Con trajinadas manos
de buscavidas americanos
se alzan paraísos
entre las nubes, piso por piso.

Ángeles harapientos
llevan al cielo departamentos.
De andamios y tablones
miran por dentro los sheratones.

Que hagan de otra manera
los ascensores y la escalera.
Que suban para abajo
y a los de arriba les den trabajo.

Nidos de amor en serie
y fortalezas para el dinero,
y ellos a la intemperie
o amontonados en moridero.
Esto, señor,
cámbielo pronto para mejor.

Recitado por la "tana" Rinaldi.

............................................................

Magoya

Hay un coso que nunca da la cara,
Dios berreta que está en ninguna parte,
comodín que inventás para quejarte
cada vez que te venden un buzón.

Andá, contásela a Magoya
la de comboys que nadie te creyó,
discurso de milicos
o cheque volador.
Estamos hasta aquí de cuentos chinos.
Andá, cobráselo a Magoya
que pagariola tu desilusión,
y el cuento de que Dios es argentino
andá corriendo, contáselo.

Hay un nadie que es víctima de todos
y es anónimo rey de la macana,
berretín que inventás de mala gana
cuando ves tanto crimen sin autor.

Musicalizado por Héctor Stamponi. Versión de la "Tana" Rinaldi.


Mis ganas de verte (María Elena Walsh)

Mis ganas de verte
son como racimos de uvas celestes.

Mis ganas son como el brillo de la manzana
son como gotas de rocío
que una por una forman un río
son como lágrimas sin llorar
que en mis adentros alzan un mar.

Mis ganas de verte
son como la furia que lleva el torrente.

mis ganas son mas audaces que pino en llamas
son como niño de rodillas
en el país de las maravillas
como relámpagos de maíz
atravesando un mundo feliz.

Mis ganas de verte son
tristes y altivas como un león.

Musicalizado por Jairo. Versión de Mercedes Sosa.


Las cosas que pasan (Jorge Schussheim)

Qué lindo es sentarse en la puerta de un bar,
y ver a Buenos Aires pasar y pasar...
Pasa un cartero en bicicleta
con telegramas color violeta
Un patrullero de la policía que busca a un chorro hace 15 días

Pasa el lechero con cara de nada
vendiendo leche contaminada
Un escribano serio y cerrado
tirándole besos a un abogado
Pasa un político con paso corto añorando
el congreso con aire absorto

Pasa un vampiro buscando una mina,
pero los violan pasando la esquina
Pasa el verdugo con su picana
y al tiempo que pasa me mira con ganas
Pasan dos tuercas corriendo picadas,
se cruza una vieja y la hacen pomada

Pasan los taxis y los colectivos,
la secretaria del ejecutivo
Un jubilado, tangos de antes,
Jorge Luis Borges, la niña y su amante
Los 7 locos, los contrabandistas,
los buenos hombres, los masoquistas.

Las prostitutas con los pianistas,
las curanderas y sus analistas
Pasa una niña de mil apellidos 
vendiéndoselos a los desposeídos
Pasa un Mercedes con chapa extranjera
llevando la amante de un tipo cualquiera
Pasa un Mercedes con chapa oficial
llevando la amante de un general

Pasan oscuros los empleados
clavándole el codo al tipo de al lado
Pasan oscuros los tipos de al lado
clavándole el codo a los desocupados.

Pasan corriendo los estudiantes
porque los persiguen los vigilantes
Pasan corriendo los vigilantes
porque los persiguen los estudiantes
Pasa un obrero en alpargatas
con veinte pesos que es toda su plata
Pasa el ministro de economía,
le dice: m'hijito no hay mas plusvalía
Pasan los locos, pasan los cuerdos,
si no les das corte te dan con el fierro
Una señora con traje escotado,
un cura la sigue y cae en pecado.

Pasan los presos con aire de muerte,
pasan llorando su triste suerte
Paso yo mismo y me veo sentado
mirando a la gente que pasa a mi lado.

Pasa la guardia del presidente,
los sables al aire, todos dementes
Pasa la historia de nuestra nación
siglo tras siglo sin solución.

Pasan los gatos, pasan los perros,
pasan los vivos, pasan lo muertos
Pasan corriendo, pasan zumbando,
pasa el silencio, pasa gritando
Pasa el país y el continente,
pasa mi vida estúpidamente...
Mientras estoy en la puerta de un bar,
viendo a Buenos Aires pasar y pasar.

Musicalizado y versionado por su autor


Las Estatuas (María Elena Walsh)

Cuando llueve me dan no sé qué
las estatuas.
Nunca pueden salir en pareja
con paraguas,
y se quedan como en penitencia,
solitarias.

Señalando la fatalidad
en las plazas,
miran serias pasar cochecitos
y mucamas.
No se ríen porque no tuvieron
nunca infancia.

Marionetas
grandes, quietas,
con ellas no juega nadie.
Pero si una sombra mala
para siempre las borrase,
qué dolor caería
sobre Buenos Aires.

Cuando llueve y me voy a dormir
las estatuas
velan pálidas hasta que llegue
la mañana,
y del sueño de los pajaritos
son guardianas.

Su memoria procuran decir
sin palabras
y nos piden la poca limosna
de mirarlas
cuando quieren contarnos un cuento
de la Patria.

Musicalizado por su autora. Versión de Mercedes Sosa.



lunes, 7 de octubre de 2013

Tu que puedes, vuélvete (Atahualpa Yupanqui)


Soñé que el río me hablaba
Con voz de nieve cumbreña
Y dulce, me recordaba
Las cosas de mi querencia.

Tú que puedes, vuélvete ...
Me dijo el río llorando.
Los cerros que tanto quieres,
-me dijo-
Allá te están esperando.

Es cosa triste ser río
Quien pudiera ser laguna ...
Oír el silbo en el junco
Cuando lo besa la luna ...

Qué cosas mas parecidas
Son tu destino y el mío:
Vivir cantando y penando
Por esos largos caminos.

Tú que puedes, vuélvete ...
Me dijo el río llorando.
Los cerros que tanto quieres,
-me dijo-
Allá te están esperando.

Tu que puedes, vuélvete ...
Tu que puedes, vuélvete ...

Musicalizado por el autor. Versión del autor.

Piedra y camino (Atahualpa Yupanqui)

Del cerro vengo bajando,
Camino y piedra,
Traigo enredada en el alma, viday
Una tristeza...

Me acusas de no quererte.
No digas eso...
Tal vez no comprendas nunca, viday
Porque me alejo...

Es mi destino
Piedra y camino...
De un sueño lejano y bello, viday
Soy peregrino...

Por más que la dicha busco,
Vivo penando...
Y cuando debo quedarme, viday
Me voy andando...

A veces soy como el río:
Llego cantando...
Y sin que nadie lo sepa, viday
Me voy llorando...

Es mi destino,
Piedra y camino...
De un sueño lejano y bello, viday
Soy peregrino...


Musicalizada por el autor. Versión de Mercedes Sosa.


domingo, 6 de octubre de 2013

Bronca (Nyda Cuniberti)

Es inútil, sandié, batirle el justo
al orre cusifai que está en cafúa
masticando una bronca que da gusto
porque al fin se avivó que no es tan púa.

No es nada rechiflarse por un susto
o no se abra el paraguas si garúa,
si el odio del malevo es tan robusto
es porque se olvidó de la ganzúa.

Se la olvidó junto al lugar del fato
y como para giles no hay excusa
sabe que tiene cana para rato;

que dejarse las armas de trabajo
por pensar en la grela rantifusa,
es ser un abombado del carajo.

Canción de las simples cosas (Armando Tejada Gómez)

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,
lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas.
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía,
donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida.
Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Musicalizada por César Isella. Versión de Mercedes Sosa.



Maimará (Jorge Calvetti)

Este es mi pueblo.
Su nombre quiere decir: “Estrella que cae”.
Hasta aquí llegan pocas noticias del mundo.
Recibo cartas de mis amigos; me dicen que todo marcha bien, que en
algunos países se vive una vida verdadera
Y que en otros, la esperanza crece.
Yo no sé nada. Me alegro por momentos
Y me encierro otra vez en mi pueblo.

Todo se habla de soledad.
El viento sacude las noches como árboles.
Los mismos pájaros despiertan las mismas mañanas.
El tiempo golpea las casas
Y las casas golpean contra el tiempo.

Aquí he vivido mi infancia.
Era feliz. Ignoraba hermosamente la vida.
La infancia...
Los recuerdos más viejos vagan por la memoria, como doña Melchora por el
pueblo.
Tiene ciento cuatro años. Habla sola, como los recuerdos.
Cuando me ve, me dice: buenas tardes maestro...
Aquí estoy,
Buscado y dejado y encontrado por el amor.
Pero no crea que puede hablar de soledad.
Todos tenemos mucho que hacer en el mundo y no hay tiempo para estar
solos.
Es que el futuro está subiendo desde el fondo de la tierra,
Lo veo crecer en mi hijo. Mira con los ojos de mi hijo.

Sí, ya lo sé. Son hermosos, los carnavales y los pájaros y la fastuosa
inocencia de los pájaros...
Pero sé también que el canto y la alegría y el coraje de muchos amigos
del pueblo están durmiendo en una botella de vino
¡y nosotros tenemos mucho que hacer!

Yo por lo menos,
Trataré de luchar con mis palabras.
Tengo que decir a mis amigos que no estamos solos y que debemos trabajar
para que el mundo sea mejor.

Este pueblo es muy chico.
Un carnavalito puede envolverlo.
El golpe de un caballo es demasiado para él.
¡Qué hermoso sería levantar su estrella y llamarnos, con verdad,
hermanos en un mundo sin justicia!

Mi pueblito es muy chico.
Así deben ser todos los pueblos chicos del mundo.
Por la calle de mi casa veo pasar la vida;
La desgracia, el amor, la humildad, los borrachos...
Pero creo que nadie piensa en nadie.
Nadie sale de sí mismo.
Todos casi todos, están ahogados en ellos mismos y es necesario cambiar.

Aquí sigue todo igual...

Si subiera a las cumbres, estoy seguro, vería pasar los años como esos
perros que acezando y husmeando el miedo pasan interminablemente
ocupados en sus sensaciones y eso no puede ser, ¡no puede ser!


La basura (Jorge Calvetti)

Yo saco la basura a la calle
envuelta con papel y cuidado.
Quedan allí mezcladas, las sobras de la vida,
cáscaras del tiempo y recortes del alma.
Las dejo en la vereda con tristeza
porque son restos de fruta, de comida,
y de literatura
con las cuales
uno jugó a vivir, o se creyó existente.
Y también porque, acaso sin nosotros saberlo,
alguien nos haya envuelto
con papeles de cielo, con nubes de cuidado
y estamos a la orilla del universo
y nadie nos despide.
Yo saco la basura, la dejo en la vereda,
y le digo: Adiós.

Balada de marzo (Armando Tejada Gómez)

Suele en las tardes de marzo llover
lenta y de niebla se esconde la luz
pisando el exilio de la atardecer
recuerdo un aroma de lluvia y ayer.

Lejos de marzo no suele llover.
Dónde andarán tu ternura y tu piel.
Te pienso en la lluvia y en la atardecer
perdido en la niebla comienza a doler.

Voy solo, muy solo 
y por lo gris de marzo se apaga el color.
Soy lejos, muy lejos
la leve voz del viento que ronda tu canción.

Musicalizado por Roberto Palmer. Versión de Mercedes Sosa.







La breve palabra (Hamlet Lima Quintana)

A veces el silencio es la palabra justa,
la que enciende las luces, la que mejor se escucha,
la que place o se sufre cargada de milenios,
la que otorga hermosura,
la flor del pensamiento.

En ese momento de la clara armonía,
de la mejor tristeza, de la entera alegría.
Es el gran fundamento que ronda a la grandeza:
tu palabra y la mía
habitan el silencio.

Por eso la palabra
debe ser pronunciada
como una ceremonia
con aire de campanas,
una fiesta del alma,
farol del pensamiento,
porque fue generada
por el mejor silencio.

Vino blanco en vasos verdes (Hamlet Lima Quintana)

A veces me gustaba sentarme con mi padre
ante una breve mesa dispuesta entre las plantas.

Con toda lentitud, mientras hablaba,
él cortaba el pan en pequeñas porciones
con sus manos acostumbradas a acariciar la vida,
después vertía el vino blanco en vasos verdes
y entre tranquilos sorbos
decía qué hermoso el mediodía.

No sé por qué en una mañana de esas
se fue a cortar el pan a la melancolía
y a beberse el vino entre el rocío.

A veces, todavía, me gusta sentarme con mi padre
para contarle cómo va la vida.

Zamba para no morir (Hamlet Lima Quintana)

Romperá la tarde mi voz
Hasta el eco de ayer.
Voy quedándome solo al final,
Muerto de sed, harto de andar.
Pero sigo creciendo en el sol,
Vivo.

Era el tiempo viejo la flor,
La madera frutal.
Luego el hacha se puso a golpear,
Verse caer, sólo rodar.
Pero el árbol reverdecerá
Nuevo.

Al quemarse en el cielo la luz del día
Me voy.
Con el cuero asombrado me iré,
Ronco al gritar que volveré
Repartido en el aire a cantar,
Siempre.

Mi razón no pide piedad,
Se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual,
Sólo dormir, verme borrar.
Una historia me recordará
Siempre.

Veo el campo, el fruto, la miel
Y estas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer,
Hoy como ayer, siempre llegar.
En el hijo se puede volver
Nuevo.

Musicalizado por Norberto Ambrós y Alfredo Rosales. Versión de Mercedes Sosa.

sábado, 5 de octubre de 2013

Parábolas del agua (José Pedroni)

1

El buey salió al camino, y en el lomo
le brillaba el sudor.
Seguido por su sombra, entró al arroyo
y bebió bajo el sol.
Bebió, metido el morro en la corriente,
con ruidosa fruición,
y después dio un mugido largo y fuerte
que el agua prolongó.

2

Sobre el ancho aguazal un ave blanca
bajó al anochecer;
perforó con el pico el agua clara,
y de nuevo se fue.
Pero al volar se le perdió una pluma
rosada en el envés,
que fue sobre el cristal de la laguna
su prenda de volver.

3

El tímido aguador de madrugada
la mula aparejó,
y anduvo mucho tiempo con el agua
de pastor a pastor.
Así, en una lomilla, al dar un tumbo
un piezgo se volcó;
y era de ver entonces el apuro
del tímido aguador.
Pero cuando, camino de su choza,
lo andado desandó,
halló en aquel lugar cien mariposas
posadas bajo el sol.

. . . . .   . . . . .    . . . . .    . . . . .     . . . . .

Amiga, buena amiga, dulce hermana
de la palabra fiel:
seamos en la vida como el agua,
que se deja beber.

Escoba (José Pedroni)

Cuando encuentro una escoba con alguna semilla salvada,
me acuerdo de la mujer del ciego Becerra que las sembraba,
y de unos pájaros azules que del lado del agua
venían al escobillal para que yo los mirara.

La mujer de Becerra se llamaba María.
Pensad en algo hermoso: en el día.
Vedla junto a su tierra arada,
llevándose a la boca un terrón, embriagada.

Nunca me preguntó qué hacía yo en su escobillal.
Le agradaría ver un niño, como a mí su delantal.

Porque ella tenía un delantal color de flor de lino
donde volaba blanco, un pájaro marino.

¿Dónde estará la mujer de Becerra,
que sembraba su escoba y probaba su tierra?
¿Estará junto al escobillal,
con aquella gaviota en su delantal,
que con el viento levantaba vuelo
y le volaba alrededor del pelo?

¿Y dónde estará su marido
que miraba sin ver el lino florecido,
que hablaba del color de sus amapolas
y hacía unas escobas que barrían solas?

No los he vuelto a ver.
Muchas lunas se han ido, y no quiero volver.
Mejor es encontrar
una semilla en una escoba y ponerse a pensar.

Plancha (José Pedroni)

Tenía algo de barco viajero y carbonero
Viajaba de la mano de un ángel timonero.

El mar era una mesa. La mesa era de pino.
Las olas eran blancas o de un azul marino.

Un humo dulce a veces echaba por el cielo.
No parecía humo. Más bien, un pañuelo.

Era cuando esperaba, cuando por mar o río
llevaba el sueño a bordo por el país del frío.

Qué sola aquella plancha, viajera y carbonera,
que calentó los pies del ángel de la espera.

No se cansaba nunca de viajar. Pero un día
perdióse en su neblina. Vimos que no volvía.

Dejó estampada a fuego su sombra protectora.
Está en la mesa grande donde se come y llora.


Afiches (Homero Expósito)

Cruel en el cartel,
la propaganda manda cruel en el cartel,
y en el fetiche de un afiche de papel
se vende la ilusión,
se rifa el corazón...
Y apareces tú
vendiendo el último jirón de juventud,
cargándome otra vez la cruz.
¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de balearse en un rincón!

Ya da la noche a la cancel
su piel de ojera...
Ya moja el aire su pincel
y hace con él la primavera...
¿Pero qué?
si están tus cosas pero tú no estás,
porque eres algo para todos,
como un desnudo de vidriera...
¡Luché a tu lado, para ti,
por Dios, y te perdí!

Yo te di un hogar...
¡Siempre fui pobre, pero yo te di un hogar!
Se me gastaron las sonrisas de luchar,
luchando para ti,
sangrando para ti...
Luego la verdad,
que es restregarse con arena el paladar
y ahogarse sin poder gritar.
Yo te di un hogar...
-¡fue culpa del amor!-
¡Dan ganas de balearse en un rincón!

Musicalizado por Atilio Stampone. Interpretado por Roberto Goyeneche.


Ella también (Luis Alberto Spinetta)

Ella también se cansó de este sol
viene a mojarse los pies a la luna
cuando se cansa de tanto querer
ella es tan clara que ya no es ninguna
sube a las hojas y cae hasta el mar
cómo es que puedo tocarle las manos
de dónde vienen quienes al nacer
llueven y llueven y en ella se juntan
yo me recuesto y ella en el final
viene a dormirme movida de estrellas
viene a dormirme movida de estrellas.



El Vigía (Silvio Rodríguez)


Agua me pide el retoño
que tuvo empezar amargo
va a hacer falta un buen otoño
tras un verano tan largo
el verde se esta sacando
y el viento sur se demora
pero yo sigo esperando
que lleguen cantando
la lluvia y mi hora.

Yo soy de un oficio viejo
como el arroyo y el viento
como el ave y el espejo
como el amor y el invento
yo solo soy el vigía
amigo del jardinero
con la pupila en el día
que llegara el aguacero
yo solo soy un vigía
amigo del jardinero.

Agua me pide el retoño
que tuvo empezar amargo
va a hacer falta un buen otoño
tras un verano tan largo
el verde se esta secando
y el viento sur se demora
pero yo sigo esperando
que lleguen cantando
la lluvia y mi hora.



Anclao en París (Juan Gelman)

Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del
Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces
de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
“las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.

Canción para la Luna (Federico García Lorca)

                          Agosto de 1920 

Blanca tortuga,
luna dormida,
¡qué lentamente
caminas!
Cerrando un párpado
de sombras, miras
cual arqueológica
pupila.
Que quizá sea...
(Satán es tuerto)
una reliquia.
Viva lección
para anarquistas.
Jehová acostumbra
sembrar su finca
con ojos muertos
y cabecitas
de sus contrarias
milicias.

Gobierna rígido
la faz divina
con su turbante
de niebla fría,
poniendo dulces
astros sin vida
al rubio cuervo
del día.
Por eso, luna,
¡luna dormida!,
vas protestando
seca de brisas,
del gran abuso
la tiranía
de ese Jehová
que os encamina
por una senda,
¡siempre la misma!,
mientras él goza
en compañía
de Doña Muerte,
que es su querida...

Blanca tortuga,
luna dormida,
casta Verónica
del sol que limpias
en el ocaso
su faz rojiza.
Ten esperanza,
muerta pulida,
que el Gran Lenín
de tu campiña
será la Osa
Mayor, la arisca
fiera del cielo
que irá tranquila
a dar su abrazo
de despedida
al viejo enorme
de los seis días.

Y entonces, luna
blanca, vendría
el puro reino
de la ceniza.

(Ya habréis notado
que soy nihilista.)

Y ha de morir contigo el mundo mago (Antonio Machado)

¿Y ha de morir contigo el mundo mago donde guarda el recuerdo los hálitos más puros de la vida, la blanca sombra del amor primero, la voz que fue a tu corazón, la mano que tú querías retener en sueños, y todos los amores que llegaron al alma, al hondo cielo? ¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo, la vieja vida en orden tuyo y nuevo? ¿Los yunques y crisoles de tu alma trabajan para el polvo y para el viento?

A una encina verde (Joan Manuel Serrat)

Y de haber nacido en la tierra baja
pudo ser timón y volverse al mar.
Pudo ser rueda y ver mundo,
ser mango, cuna o altar.
Pudo ser ceniza y humo

o pudo, simplemente, no haber nacido
donde manda el roble, pero ahí nació
desafiando las reglas,
consentida por el sol.
Más cerca de las estrellas.

De abrazarse al suelo,
a pelear la tierra con los aguaceros,
de rellenar grietas
con bojes, tomillos y enebros,
de andar huyéndole al hacha
que el amo blande ligero...,
nudos amargos duelen en tus maderas,
encina verde.
Que tus contornos te quieran,
que te respete la muerte.

Que es bueno que cuando el haya enrojece
y los caminos mudan de color,
entre esqueletos de robles,
salpiques con tu verdor
las palideces del bosque.

De abrazarse al suelo,
a pelear la tierra con los aguaceros,
de rellenar grietas
con bojes, tomillos y enebros,
de andar huyéndole al hacha
que el amo blande ligero...,
nudos amargos duelen en tus maderas,
encina verde.
Que tus contornos te quieran,
que te respete la muerte.


Ecco il mondo (Claudio de Alas)

Era un viejo elegante de mirada felina
con mostachos bravíos y palabra triunfal.
Su apostura era hermosa, su estirpe era muy fina
y en sus labios ardía una mueca sensual...

Era un viejo corrido, de risa cristalina
que del Bien se reía y se reía del Mal.
Fue rey de boulevares, mató a una bailarina
y por una Duquesa derrochó su caudal.

Llamáronle el Gran Lobo, especialista en viudas,
Tiró su gran fortuna con un ardiente afán.
Y, en una vieja noche, lleno de viejas dudas,

con su postrer billete entró a un restaurant:
y allí con dos cocottes -borrachas y desnudas-
se murió dando besos y bebiendo champán...


Una historia terrible (Claudio de Alas)

Sor Lyrio era una monja de lánguida mirada
con formas pubescentes y una blancura astral:
Sor Lyrio dirigía, piadosa y resignada,
la "Sala de San Bruno" en un viejo hospital…

Su blanca mano suave, era solicitada
por todos los enfermos, para aliviar su mal...
porque Sor Lyrio era, como una iluminada,
que retrataba el cielo en su carita oval.

Su historia, era una historia de todos ignorada:
pero las malas lenguas corrian el rumor…
de que estaba entre monjas por cuitas de amor.

Sor Lyrio de esas cosas no dijo nunca nada;
pero amorosa historia tenía Ella guardada,
pues al oír los dichos, prendíase en rubor.

II

Y sucedió que un día -enfermo y macilento-
a la “Sala San Bruno” un buen poeta entró:
y era joven, tan dulce, lleno de sentimiento,
que a la santa Sor Lyrio el alma cautivó...

Después de algunos días tuvo el presentimiento
de algo inmotivado, que la ruborizó;
pero a pesar de todo, con cariñoso tiento,
como a ningún enfermo, Sor Lyrio lo cuidó.

Tan milagrosas fueron sus manos de alabastros;
tanto su santa boca a Dios lo encomendó,
que prodigiosamente el bardo mejoró.

Pero las malas lenguas, que siempre buscan rastros,
murmuran que Sor Lyrio, en una noche de astros,
por su piedad vencida, con el poeta huyó...

Jorge Escobar Uribe  (Claudio de Alas)


El Hornero (Leopoldo Lugones)

La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
En la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.

En la sala, muy orondo,
el padre guarda la puerta,
con su camisa entreabierta
sobre su buche redondo.

Lleva siempre un poco viejo
su traje aseado y sencillo,
que, con tanto hacer ladrillo,
se le habrá puesto bermejo.

Elige como un artista
el gajo de un sauce añoso,
o en el poste rumoroso
se vuelve telegrafista.

Allá, si el barro está blando,
canta su gozo sincero.
Yo quisiera ser hornero
y hacer mi choza cantando.

Así le sale bien todo,
y así, en su honrado desvelo,
trabaja mirando el cielo
en el agua de su lodo.

La casita del hornero
tiene sala y tiene alcoba,
y aunque en ella no hay escoba
limpia está con todo esmero.

Leopoldo Lugones, en Antología de poemas americanos, Ernesto Morales, Buenos Aires, 1941

viernes, 4 de octubre de 2013

Tanguito de Almendra (Alejandro del Prado)

Te acordás cuando escuchábamos Almendra
en el Winco desinflado de una siesta
era el tiempo en que navajos preceptores
perseguían nuestras nobles cabelleras

Con los Beatles dominando mi cabeza
la guitarra me soñaba ser electrica
y una Nucifor total, bien psicodélica
nos hacía poderosos en la fiesta

Si algo ha cambiado,eso es nosotros
por suerte,hermano,después de todo
sobrevivimos a la gran pálida
para podernos encontrar

Si hoy uso el pelo largo es porque puedo
huele a tango y rock and roll lo que te cuento
cosas raras de este punto del planeta
nuestra historia es la pregunta más compleja

Te acordás cuando escuchabamos Almendra
en el Winco desinflado de una siesta
sin pensar que aquellas ondas,su polenta
marcaría a la cultura en nuestra tierra

Si algo ha cambiado eso es nosotros
por suerte, hermano, después de todo
Sobrevivimos a la gran pálida
hoy quiero verte bailar...



Qué cazador (Jorge Boccanera)

Qué cazador derribó aquellas cartas
que nunca me mandaste.
Qué fuego las quemó,
en qué río se ahogaron.
Quién convenció a tus manos de que no,
quién a tu corazón,
quién a tu corazón,
quién a tu corazón.

Quién a tu boca.

Mejor es que se vayan aves negras,
mejor me dejen solo
que estoy enamorado
de otra muerte.

De esto ni una palabra a los carteros...

Musicalizado por Alejandro del Prado. Cantado por Alejandro del Prado y Silvio Rodríguez


Alejandra Pizarnik abre su cuaderno de apuntes (Jorge Boccanera)

                                                             A Jorge Arturo 

El hombre que saca la cabeza del agua,
 es un pez y se asfixia.
El pez que mete la cabeza en el agua,
 es un hombre y se ahoga.
El poeta escribe en la línea del agua,
 y se asfixia,
 y se ahoga.

Un hombre grita en Nueva York (Jorge Boccanera)

quiere ver a la mujer aquélla
vestida de mujer aquélla
quiere ver sus muslos inflamables
su regular concupiscencia ?
conocer a sus pechos desordenando el mundo
acérquese
ponga el ojo aquí sobre la sien
justo en el agujero de la bala.

Castilla (Manuel Machado)

                              A Manuel Reina. Gran poeta

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.

«¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.

Al lado del camino (Fito Páez)

Me gusta estar al lado del camino
Fumando el humo mientras todo pasa
Me gusta abrir los ojos y estar vivo
Tener que vérmelas con la resaca
Entonces navegar se hace preciso
En barcos que se estrellen en la nada
Vivir atormentado de sentido
Creo que ésta, sí, es la parte más pesada

En tiempos donde nadie escucha a nadie
En tiempos donde todos contra todos
En tiempos de egoístas y mezquinos
En tiempos donde siempre estamos solos

Habrá que declararse incompetente
En todas las materias de mercado
Habra que declararse un inocente
O habrá que ser abyecto y desalmado

Yo ya no pertenezco a ningún -ismo
Me considero vivo y enterrado
Yo puse las canciones en tu walkman
El tiempo a mí me puso en otro lado

Tendré que hacer lo que es y no debido
Tendré que hacer el bien y hacer el daño
No olvides que el perdón es lo divino
Y errar a veces suele ser humano

No es bueno nunca hacerse de enemigos
Que no estén a la altura del conflicto
Que piensan que hacen una guerra
Y se hacen pis encima como chicos
Que rondan por siniestros ministerios
Haciendo la parodia del artista
Que todo lo que brilla en este mundo
Tan solo les da caspa y les da envidia

Yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, caña Legui y maravillas
Los libros, las canciones y los pianos,
El cine, las traiciones, los enigmas,
Mi padre, la cerveza, las pastillas,
Los misterios, el whisky malo,
Los óleos, el amor, los escenarios,
El hambre, el frio, el crimen, el dinero y mis diez tias
Me hicieron este hombre enreverado

Si alguna vez me cruzas por la calle
Regálame tu beso y no te aflijas
Si ves que estoy pensando en otra cosa
No es nada malo, es que paso una brisa
La brisa de la muerte enamorada
Que ronda como un ángel asesino
Mas no te asustes, siempre se me pasa
Es solo la intuición de mi destino

Me gusta estar al lado del camino
Fumando el humo mientras todo pasa
Me gusta regresarme del olvido
Para acordarme en sueños de mi casa
Del chico que jugaba a la pelota
Del 49585
Nadie nos prometió un jardín de rosas
Hablamos del peligro de estar vivo

No vine a divertir a tu familia
Mientras el mundo se cae a pedazos

Me gusta estar al lado del camino
Me gusta sentirte a mi lado

Me gusta estar al lado del camino
Dormirte cada noche entre mis brazos

Al lado del camino
Al lado del camino
Al lado del camino
Es mas entretenido y mas barato
Al lado del camino
Al lado del camino


Para ir (Luis Alberto Spinetta)

Siéntate a ver el día
mira que gusto da, ver el rayo justo
donde empieza la avenida
Descálzate en el aire...para ir.
No lleves ni papeles;
hay tanta gloria allí, que al final
nadie tiene un sueño sin laureles.
Que tu cuerpo, al menos esté limpio...para ir.
Córrete hasta el espacio,
quiero que sepan hoy, qué color es
el que robé cuando dormías.
Ya, móntate en el rayo...para ir.

Versión original - Almendra II


Y el homenaje de Ricardo Mollo, haciendo el cover:

Cantaliso en un bar (Nicolás Guillén)

Los turistas en el bar:
Cantaliso, su guitarra,
y un son que comienza a andar.

No me paguen porque cante
lo que nos les cantaré;
ahora tendrán que escucharme
todo lo que antes callé.
¿Quién los llamó?
Gasten su plata,
beban su alcohol,
cómprense un güiro,
pero a mí no,
pero a mí no,
pero a mí no.

Todos estos yanquis rojos
son hijos de un camarón,
y los parió una botella,
una botella de ron.
¿Quién los llamó?
Ustedes viven,
me muero yo,
comen y beben,
pero yo no,
pero yo no,
pero yo no.

Aunque soy un pobre negro,
sé que el mundo no anda bien;
¡ay, yo conozco a un mecánico
que lo puede componer!
¿Quién los llamó?
Cuando regresen
a Nueva York,
mándenme pobres
como soy yo,
como soy yo,
como soy yo.

A ellos les daré la mano,
y con ellos cantaré,
porque el canto que ellos saben
es el mismo que yo sé.


Eche veinte centavos por la ranura (Raúl González Tuñón)

I

A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosa
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata, amigo, la vida es dura,
eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.

II

Lamparillas de la Kermesse,

títeres y titiriteros,
volver a ser niño otra vez
y andar entre los marineros
de Liverpool o de Suez.

III

Teatrillos de utilería.
Detrás de esos turbios cristales
hay una sala sombría.
Paraísos artificiales.

IV

Cien lucecitas. Maravilla
de reflejos funambulescos.
¡Aquí hay mujer y manzanilla!
Aquí hay olvido, aquí hay refrescos.
Pero sobre todo mujeres
para hombres de los puertos
que prenden como alfileres
sus ojos en los ojos muertos.

No debe tener esqueleto
el enano de Sarrasani,
que bien parece un amuleto
de la joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown
y el trala-trala-trálala
ritma en tu viejo corazón.

Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.
Y fiesta, fiesta casi idiota
y tragicómica y grotesca.
Pero otra esperanza remota
De vida miliunanochesca…

V

¡Qué lindo es ir a ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire…
Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero ese momento de miedo profundo…

¡Qué lindo es ir a ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!

VI

Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa

Musicalizado por el Cuarteto Cedrón

La calle del agujero en la media (Raúl González Tuñón)

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.


Sueño de trenes (Pablo Neruda)

Estaban soñando los trenes
en la estación, indefensos,
sin locomotoras, dormidos.

Entré titubeando en la aurora:
anduve buscando secretos,
cosas perdidas en los vagones,
en el olor muerto del viaje.
Entre los cuerpos que partieron
me senté solo en el tren inmóvil.

Era compacto el aire, un bloque
de conversaciones caídas
y fugitivos desalientos.
Almas perdidas en los trenes
como llaves sin cerraduras
caídas bajo los asientos.

Pasajeras del Sur cargadas
de ramilletes y gallinas,
tal vez fueron asesinadas,
tal vez volvieron y lloraron,
tal vez gastaron los vagones
con el fuego de sus claveles:
tal vez yo viajo, estoy con ellas,
tal vez el vapor de los viajes,
los rieles mojados, tal vez
todo vive en el tren inmóvil
y yo un pasajero dormido
desdichadamente despierto.

Yo estuve sentado y el tren
andaba dentro de mi cuerpo
aniquilando mis fronteras,
de pronto era el tren de la infancia,
el humo de la madrugada,
el verano alegre y amargo.

Eran otros trenes que huían,
carros repletos de dolores,
cargados como con asfalto,
y así corría el tren inmóvil
en la mañana que crecía
dolorosa sobre mis huesos.

Yo estaba solo en el tren solo,
pero no sólo estaba solo,
sino que muchas soledades
allí se habrán congregado
esperando para viajar
como pobres en los andenes.
Y yo en el tren como humo muerto
con tantos inasibles seres,
por tantas muertes agobiado
me sentí perdido en un viaje
en el que nada se movía,
sino mi corazón cansado.

Visita (Carlos María Gutiérrez)

Esta mujer de cierta edad me mira
elige las palabras me alcanza un chocolate
el sargento ha traído la silla de la guardia
y ella se sienta al sol
habla cinco minutos
calcetines de lana las naranjas son dulces Coca te hizo un pastel
pero queda una hora todavía

el fusil M-2 la pone triste
no sabe que esa caja verde sobre la mesa
se llama walkie-talkie y nos escucha
es gente de otra época de familia sin presos
me susurra furtiva pese a todo
y el soldado se acerca a espiar su mensaje
por qué está mal planchada la camisa

esta mujer se calla
hay tan poco a decirse entre dos viejos

siempre hablaba con niños había pizarrones
cada mañana alguno le llevaba una rosa
en su escuela rural el sol no tenía horario
no había centinelas de M-2 rastrillado
si el llanto la tentaba
siempre le era posible explicar los diptongos de espaldas a la pena
y la tiza suplía las respuestas inútiles las pausas

esta mujer se esconde tras los lentes oscuros
piensa algo remordida en el rato que falta
para el último ómnibus hacia Montevideo
no han puesto pizarrones
y hasta el sol es un préstamo de las Fuerzas Armadas

esta mujer me mira buscando un niño antiguo
y solo encuentra un hombre sucio y un poco enfermo
que se escapó del tiempo y que también se calla

esta mujer otea su reloj pasó el plazo
han retirado el sol y se llevan la silla
¿quién era ese extranjero con la barba crecida
que se aleja renqueando entre dos centinelas?
esta mujer mi madre de pie lentes oscuros
con su cadáver niño podrido entre los brazos

Está (Gustavo Tello)

Está
quien se incendia
por la nuca
y quien
por desarmarse del
fuego
respira
su asfixia
para desahogarse.

(Bomarzo, '85)

En un bar (Osvaldo Rossler)

Escribo desde un bar, desde una mesa
con tajos, quemaduras,
manchas de suciedad antigua.

Es una mesa de madera,
es una mesa de silencio,
es una mesa hecha con tablas,
con paciencia, con tedio, con rutina,
es una mesa y tambián
un estado del alma,
es un apoyo más, es un soporte
donde puedo volcar y descansar
el peso de mi cuerpo, los dos brazos,
donde puedo escribir
en medio de la gente lo de siempre.

Suelo venir aquí
cuando me canso de mi pieza y siento
que he quedado afuera
del espacio y del tiempo de los otros.

Suelo venir cuando me advierto a solas,
tremendamente a solas en un cuarto
donde la lámpara y el libro
terminan por volcarme en un abismo.

Suelo venir, suelo arrojarme enfermo
en la silla cualquiera de una mesa cualquiera
cuando siento en lo interno
que el acto de vivir de alguna forma
debe ser compartido, dividido,
sometido al consenso de los otros.

Y no hace falta hablar con nadie,
los cuerpos allí están, allí sus rostros
reflejando actitudes, sentimientos,
aceptaciones o padecimientos.

No se trata de ser a través de ellos.
Yo soy quien soy por soledad gustosa,
por soledad acrecentada,
por soledad bien adquirida,
por soledad optada libremente.

Se trata de poder amarlos,
se trata de poder reconquistarlos,
de aceptar una tácita hermandad
entre mil desamparos semejantes,
se trata de vivir en la corriente,
se trata de existir por la existencia de otros.

Cada uno con su mesa,
cada uno con su cuerpo,
cada uno con su taza de café,
cada uno con su cigarrillo,
cada uno con su pena,
cada uno con su interlocutor,
cada uno a solas con sí mismo,
y no hace falta más,
son muchas cosas ya las que nos unen.

En estos días (Silvio Rodríguez)

En estos días,
todo el viento del mundo sopla en tu dirección.
La osa mayor corrige la punta de su cola
y te corona
con la estrella que guía,
la mía.

Los mares se han torcido
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.

En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio,
sordo del tiempo,
gritan tus ojos.

¡Ay! de estos días terribles,
¡ay! de lo indescriptible.

(Cuántos disparos
esperan divertidos al borde de las brumas.
Reino de criaturas de corbata y vestido
cúanto rubor letrado
pide a la araña teja
un abogado.)

En estos días
no hay absolución posible para el hombre,
para el feroz, la fiera
que ruge y canta ciega:
ese animal remoto
que devora y devora
primaveras.

En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio,
sordo del tiempo,
gritan tus ojos.

¡Ay! de estos días terribles,
¡ay! del nombre que lleven,
¡ay! de cuanto se marche,
¡ay! de cuanto se quede.

¡Ay! de todas las cosas
que hinchan este segundo.
¡Ay! de estos días terribles,
asesinos del mundo.



Poema 23 - Árbol de Diana (Alejandra Pizarnik)

una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos

Poema 26 - Séptima poesía vertical (Roberto Juarroz)

Mi andanza, mi locura, mi pasión en la noche
no tiene más supuestos
que el estar hoy más vivo
y mañana más muerto.

Por eso no ando incensando velos,
ni corrigiendo historias de fantasmas,
ni intercambiando insomnio por monedas,
ni pegándole palos a la luna,
ni cubriendo de párrafos la historia,
ni besándome el dorso de la mano
para probar mi fe en alguna cosa.

Mi presencia en la noche
crece como un tapiz que alguien contempla.
yo he aprendido en la noche el silencio de ser
el silencio de no ser no se aprende.
pero lo dos se nombran en la noche.


Con Roberto Juarroz y Laura Cerrato en el III Congreso Nacional de Literatura, San Juan, 1984.



Las grandes palabras (Alejandra Pizarnik)

                     a don Antonio Porchia

aún no es ahora
ahora es nunca
aún no es hora
ahora y siempre
es nunca.

El origen (Alejandra Pizarnik)

Hay que salvar al viento
Los pájaros queman el viento
en los cabellos de la mujer solitaria
que regresa de la naturaleza
y teje tormentos
Hay que salvar al viento

Poema 27 - Poesía Vertical (Roberto Juarroz)

"El hombre deletrea su cansancio.
Deletrea y de pronto
Encuentra unas mayúsculas extrañas,
Inesperadamente solas,
Inesperadamente altas.
Pesan más en la lengua.
Pesan más pero escapan
Con mas prisa y apenas
Si puede pronunciarlas.
Su corazón se agolpa en los caminos
Donde la muerte estalla.
Y encuentra, mientras sigue deletreando,
Cada vez mayúsculas extrañas
Y un gran temor le ahoga:
Hallar una palabra
Escrita solamente con mayúsculas
Y no poder entonces pronunciarla."

Los bueyes (Carlos de la Púa)

Vinieron de Italia, tenían veinte años,
con un bagayito por toda fortuna
y, sin aliviadas, entre desengaños,
llegaron a viejos sin ventaja alguna.

Mas nunca a sus labios los abrió el reproche.
Siempre consecuentes, siempre laburando,
pasaron los días, pasaban las noches
el viejo en la fragua, la vieja lavando.

Vinieron los hijos. ¡Todos malandrinos!
Vinieron las hijas ¡Todas engrupidas!
Ellos son borrachos, chorros, asesinos,
y ellas, las mujeres, están en la vida.

Y los pobres viejos, siempre trabajando,
nunca para el yugo se encontraron flojos,
pero a veces, sola, cuando está lavando,
a la vieja el llanto le quema los ojos.

El desierto (Jorge Luis Borges)

Antes de entrar en el desierto
los soldados bebieron largamente el agua de la cisterna.
Hierocles derramó en la tierra
el agua de su cántaro y dijo:
Si hemos de entrar en el desierto,
ya estoy en el desierto.
Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase.
Ésta es una parábola.
Antes de hundirme en el infierno
los lictores del dios me permitieron que mirara una rosa.
Esa rosa es ahora mi tormento
en el oscuro reino.
A un hombre lo dejó una mujer.
Resolvieron mentir un último encuentro.
El hombre dijo:
Si debo entrar en la soledad
ya estoy solo.
Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase.
Ésta es otra parábola.
Nadie en la tierra
tiene el valor de ser aquel hombre.

Amor se fue (Macedonio Fernández)

Amor se fue; mientras duró de todo hizo placer. Cuando se fue nada quedó que no doliera.

Menos tu vientre (Miguel Hernández)

Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

Musicalizado por Joan Manuel Serrat


Vientos del pueblo me llevan (Miguel Hernández)

vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

Salmo pluvial (Leopoldo Lugones)

Tormenta

Érase una caverna de agua sombría el cielo;
el trueno, a la distancia, rodaba su peñón;
y una remota brisa de conturbado vuelo,
se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente polen exhaló el campo seco
un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
se vio el caudal con vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal;
y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
como un inmenso techo de hierro y de cristal.

Lluvia

Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
o en pajonales de agua se espesaba revuelto,
descerrajando al paso su pródigo arcabuz.

Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces,
descolgó del tejado sonoro caracol;
y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces,
transparente y dorada bajo un rayo de sol.

Calma

Delicia de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.

Plenitud

El cerro azul estaba fragante de romero,
y en los profundos campos silbaba la perdiz.

Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió (Francisco de Quevedo y Villegas)

"¡Ah de la vida!"... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.


Java (Julio Cortázar)

Nos quedaremos solos y será ya de noche.
Nos quedaremos solos mi almohada y mi silencio
y estará la ventana mirando inútilmente
los barcos y los puentes que enhebran sus agujas.

Yo diré: Ya es muy tarde.
No me contestarán
Ni mis guantes ni el peine,
Solamente tu olor, tu perfume olvidado
Como una carta puesta boca abajo en la mesa.

C'est la java
D'celui qui s'en va
C'est sa java
C'est ma triste java

Morderé una manzana fumaré un cigarrillo
viendo bajar los cuernos de la noche medusa
su vasto caracol forrado en terciopelo.
donde duermen tus senos quemados por la luna

Y diré: Ya es de noche
y estaremos de acuerdo, oh muebles oh ceniza
con el organillero que remonta en la esquina
sus títeres de luna para los niños pobres

C'est la java
D'celui qui s'en va
C'est sa java
C'est ma triste java

Es justo, corazón, la canta el que se queda,
la canta el que se queda para cuidar la casa.

Músicalizado por Edgardo Cantón, con la voz de Juan Cedrón.

El mal del siglo (José Asunción Silva)

El paciente:

Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo... el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

El médico:

—Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo, báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho,
¡Lo que usted tiene es hambre!...

Reír llorando (Juan de Dios Peza)

Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—
el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz...»
Y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».

—Viajad y os distraeréis.
— ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
—¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
—¡Si soy amado!
—¡Un título adquirid!
—¡Noble he nacido!

—¿Pobre seréis quizá?
—Tengo riquezas
—¿De lisonjas gustáis?
—¡Tantas escucho!
—¿Que tenéis de familia?
—Mis tristezas
—¿Vais a los cementerios?
—Mucho... mucho...

—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

—Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.

—¿A Garrik?
—Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.

—¿Y a mí, me hará reír?
—¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
—Así —dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Pie para el Niño de Vallecas (León Felipe)

Bacía, Yelmo, Halo.
Este es el orden, Sancho.


De aquí no se va nadie.

Mientras esta cabeza rota
del Niño de Vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.

Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.

Y es inútil,
inútil toda huida
(ni por abajo
ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía—
se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado,
como hecho a la medida.
Entonces nos iremos todos
por las bambalinas.
Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,
y el místico, y el suicida.

León Felipe
Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe (Tábara, Zamora, 11 de abril de 1884 - Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968)


Francisco Lezcano, "el Niño de Vallecas" es una pintura al óleo de Velázquez conservada en el Museo del Prado.

Poema 7 (Sexta Poesía Vertical) (1975) (Roberto Juarroz)

¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?

¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?

Quizás debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.

ROBERTO JUARROZ.-

Canción Marinera (León Felipe)

Todos somos marineros,
marineros que saben bien navegar.
Todos somos capitanes,
capitanes de la mar.

Todos somos capitanes
y la diferencia está
sólo en el barco en que vamos
sobre las aguas del mar.

Marinero, marinero;
marinero... capitán
que llevas un barco humilde
sobre las aguas del mar...
marinero...
capitán...
no te asuste
naufragar
que el tesoro que buscamos,
capitán,
no está en el seno del puerto
sino en el fondo del mar.

León Felipe

Musicalizada por Luis Pastor



Fabulita (Joaquín María Bartrina y de Aixemús)

Juan tenía un diamante de valía
y, por querer saber lo que tenía,
la química estudió, y ebrio, anhelante,
analizó el diamante.

Mas ¡oh, qué horror!... Aquélla joya bella,
lágrima, al parecer, de alguna estrella,
halló, con rabia y con profundo encono,
que era sólo un poquito de carbono...

Si quieres ser feliz, como me dices,
no analices, muchacho, no analices...

Joaquín María Bartrina y de Aixemús (Reus, 1850 – Barcelona, 1880)

Salmo 1 (Ernesto Cardenal)

Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los generales en el Consejo de Guerra

Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio

Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans

Será como un árbol plantado junto a una fuente.

Ernesto Cardenal

Papel de lija (José Pedroni)

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
No lo hago para nadie.
Sólo porque me gusta.

Hay quien escribe cartas;
quien sale a ver la luna
para olvidar. Yo lijo
mi cajita de música.

Amarga es la madera
de palo santo, dura.
Pero es como el amor
que no muere y perfuma.

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
Porque te vas y vuelves,
no he de acabarla nunca.

Te espero. Mi tristeza
huele a ti y es menuda.
Tengo las manos verdes
esta noche de lluvia.


José Pedroni (Santa Fe, Argentina -1899-1968).


Musicalizado por Damián Sánchez y cantado por Mercedes Sosa.

Drogas (Osvaldo Rossler)

De mesa en mesa, acompañado o solo,
frecuentador de sillas y de cuartos,
ese café que tomo es como un gesto
de aceptación que adquiero día a día,
es la vieja costumbre que me ha impuesto
mi ciudad, mi trabajo, mi fastidio,
es mi droga común, es mi cansancio,
pero insisto en su práctica, en su sorbo,
para rodear con algo esas palabras
que hablo con otros o conmigo mismo.

Este café que tomo es como el asco,
este café que tomo es como el miedo,
este café no es como el pan o el vino
como la sopa diaria que me nutre;
es una forma de quemar el cuerpo,
de frecuentar una necesidad
que no es imprescindible, que me irrita,
pero que ayuda a soportar el peso
lento, lentísimo de algunas horas.

Este café que tomo es como el odio.

Osvaldo Rossler

Cuna (José Pedroni)

Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volverán un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
"Estás haciendo la cuna"
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tus brazos
la cuna de tu hijo.

Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: "Duerme en mi cuna".
Verás que no es lo mismo.

José Pedroni

Damián Sánchez, con exquista sensibilidad, musicalizó éste y otros poemas de Pedroni. Mercedes Sosa los cantó.


La gota de agua (José Pedroni)

Oh gota musical que se separa
de la inmortalidad y oye mi oído
caer continuamente en el olvido
de mi honda penumbra, oh gota clara!

Una estrofilla de infantil dulzura,
sólo en la fuente alguna vez oída,
me ejecuta en el alma la caída
inmaterial de aquella gota pura.

De un agua fresca como cisterna,
mi pozo espiritual colma la gota;
y sin querer tengo una voz remota
y a todas horas la mirada tierna.

Oh gota de agua dulce que te estancas
en mi profundidad, de cuyo hueco
interminable sube un eco
que es como un vuelo de palabras blancas.

Oh gota musical que me deparas
el milagro ideal de tu caída,
cáeme siempre, siempre, que mi vida
vive en el canto de tus notas claras.

José Pedroni

Oración por Marilyn Monroe (Ernesto Cardenal)

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
                                                        se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
                                                              ¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
          porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
          la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
            ¡contesta Tú al teléfono!

Ernesto Cardenal

Te espero en el café (Osvaldo Rossler)

Hermano, amigo con fracasos
muy parecidos a los míos,
con aptitud para ofrecerte
y desnudarte en confesiones,
hoy, a las siete, o si prefieres
algo más tarde aunque no mucho,
te espero en el café de siempre.

Junto a los vidrios que no lavan
o que tal vez los lavan y
se ensucian instantáneamente,
junto al ventilador que suelta
mucho más ruido que frescor,
junto a la percha que nadie usa,
te espero en el café a solas.

Para cambiar unas palabras,
para reírnos de los serios,
para insistir en el reproche
que fue de ayer y se mantiene,
para mirar una mujer
e intercambiarnos un deseo,
te espero en el café y no tardes.

Osvaldo Rossler.


Entradas populares